9 de marzo de 2018




"HOMBRES  TRANQUILOS"


 Producida por Reacción Films, E.P. C. Producciones y Fiction Line 
 Seleccionada para  formar parte de la sección Históricos en la página web de la

P.N.R. (Plataforma de Nuevos Realizadores)

HISTORIA NUEVOS REALIZADORES ÁNGEL LOZA


 "QUIET  MEN"


Produced by Reacción Films, E.P.C. Producciones y Fiction Line
Selected to be part of the Historical Section on the website of 

P.N.R. (History of New Filmmakers)





Fotografía Cartel de la película       Jesús Aparicio

Fotografía Ángel Loza      Bea Sancho


Palabras de una espectadora después de ver 
“Hombres tranquilos”


Hay vivos muy muertos y “muertos” muy vivos. La sociedad llama a los primeros. Los corona y los premia por la fabulosa apariencia de la vida que aportan: “saben magníficamente aparentar vida”. Y llaman vida a aquello que ficticiamente se les asemeja; lo pintan de poder, dinero y sexo, como les han dicho que hay que hacer. Solo como les han dicho. Darían parte de su alma por un puñadito de esas tres dosis sin cuestionar qué es la vida realmente. Lo crudo, verdaderamente crudo es que LA VIDA, es ahora SU VIDA, y esta no es un espejismo, no es simple apariencia, es real. Han sido engañados: se han dejado engañar.

Los vivos muy muertos luchan contra la muerte, la ven tan cerca!, pero no lo saben. Una paradoja. Acarician la muerte todos los días, y huyen despavoridos: una pastilla para el ego (un poco de prepotencia o un mucho, según la necesidad), una dosis de sexo por sexo (creen que así el orgasmo será más orgásmico aunque no lo sientan), y un chute financiero: dinero por dinero. Y así, suman un día más a su triunfo, que es la victoria de la supervivencia inútil, donde la palabra “suma” es tan importante como la suma del dinero que mueven: cuanto más, mejor. Y así caminan por el mundo.

Hay muchos vivos muy muertos que caminan por la calle. Hacen ostentación de su falsa vida; se creen inmortales. Algunos caminan como semidioses, como portadores de virtudes o de bondades que les confieren una superdotación especial. Lo traducen en la torpe soberbia del que se cree especial sin serlo, del que cree en la superioridad de unos hombres frente otros de sus semejantes, del que la convierte en necesidad. Es el arte de la compensación para aparentar lo que no existe. Un acto de supervivencia.

El vivo muy muerto solo aparenta para sobrevivir. Hay que aparentar que uno vive cuando está al borde de la muerte.  Por eso, tropiezan con ella cada mañana, cuando al mirar al mundo ya no pueden verlo, NO PUEDEN: han perdido los sentidos. La bella mujer que convirtieron en su esposa, el hijo que engendraron no existen porque no los ven. La venda del peor egoísmo les aisla aunque estén rodeados. El ego es más “ismo” que nunca, y como han perdido los sentidos, dejaron primero de contemplar y de escuchar hasta dejar de ver y oír, porque el vivo muy muerto, está más muerto que vivo. Y creen que están solo ellos, y que los demás no están, cuando lo que ocurre es que ellos también están desapareciendo, hasta llegar al participio: “desaparecido”. Solo es un proceso, en gerundio, donde el primer paso es el del ciego que no ve.

Los vivos muy muertos ya no pueden verse. Se reflejan a través de espejos deformados que les proporciona la sociedad; no pueden mirarse en los suyos propios. Prefieren la imagen de los espejos distorsionados porque se ven como héroes y triunfadores, condecorados con falsas medallas de oro, y ostentan la copa de una muerte para ellos muy digna: la victoria del heroísmo social, el más sublime, el que los aleja de ellos mismos para no caer en la dura batalla de la autenticidad: el combate con su propio yo. ¡Qué más da!, el insulto a su propia dignidad no importa, adoran la bofetada cruel contra su propia vida, que es solo muerte. Lo saben y no lo saben; se autoengañan dejándose llevar por el guiño seductor de la protección social, de la pseudoprotección. Toda una seducción. ¡Qué potente atracción con tres grandes iniciales: S., P. y D. ; sin un poquito de ellas se sentirían más muertos que vivos, y cuando lo notan lo sienten, aterrizan en su propia realidad, y lo detestan; es ahora cuando las dosis adictivas son materialmente tangibles, las pueden sentir en cada latido, las saborean, las paladean, y ¡ya están vivos! oh, sí, la muerte es una alucinación. Se vuelven más ciegos en su ceguera irreversible y siguen un camino inexorable hacia la muerte DEFINITIVA, la que  buscan y llaman a gritos hasta que un día ella va a recogerlos en silencio. SIN PERDÓN. SIEMPRE SIN PERDÓN.

Marta Egido 


(Profesora de Lengua y Literatura)








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